Leer en guaguas

Por toda respuesta le mostré la tapa del libro.
-¿Sobre qué es?
-Sobre un tipo que espera durante toda la noche por que su esposa regrese.
-¿Y regresa?
-No lo sé, aún no termino.
-Quiero decir si tú crees que regrese.
-Supongo que no. Espero que no.
-¿Tú quieres que el tipo se quede solo?
-Sí, al menos el tiempo suficiente para que termine el libro que está escribiendo.
-¿El tipo es escritor?
-Más o menos. Escribió una novela corta hace un tiempo, pero no la ha publicado.
-¿Es mala? Quiero decir, ¿el tipo es mal escritor? Continúa leyendo Leer en guaguas

Las especies condenadas

serio
García Márquez dobla a la izquierda y se detiene, porque ahí delante está lloviendo. Ya no recuerda hace cuánto, pero por el barro en el que se hunden los portales, y por los cuerpos hinchados de los cerdos que flotan por doquier, supone algunos meses de diluvio.
La gente de Aracataca, que es la gente del mundo, le advierte que no siga, que los botes no son seguros, que deje de mojarse porque puede pescar un resfriado y que guarde de una vez los manuscritos que se están echando a perder por tanta agua salada que cae desde las mejillas de quienes alguna vez los leyeron.
García Márquez los mira y sonríe. Es que no entienden. Nadie entiende. Alza una mano y los mira. La dictadura ha mandado a exigirle que no siga. Las hormigas suben por su pantalón huyendo del agua, que ya comienza a embadurnarle los zapatos. El musgo cubre su antebrazo y siente en la boca un sabor a tierra y a cal de las paredes que inexplicablemente le gusta.
La multitud se aleja. O es él quien se pierde de a poco en el horizonte. Toda la vida, Fermina, alcanza a gritar. De aquel lado, las especies condenadas a la soledad no tragan en seco. No suspiran. No lloran. Leen.