Llevo tres noches seguidas soñando con la misma persona. Un chico veinteañero que ha despuntado en el cine en los últimos tres o cuatro años y que me parece un tipo precioso. También es buen actor, pero en mis sueños eso solo ha sido un impedimento para que podamos estar en un sitio sin sobresaltos. Pero bueno, siempre lo hemos solucionado juntos. Yo suelo ser una tipa madura cuando la situación lo requiere, y al final yo sé que esas groupies no significan nada para él. Continúa leyendo Timothée Chalamet escucha música cubana
Tómate el café, coño
La cafetera no tiene asa porque una mañana subiste demasiado la candela y se derritió en un dos por tres. Un charco negro espeso que se escurrió por la hornilla sin que te diera tiempo a salvar más que un pedazo pegado a la tapa que a la larga ibas a tener que arrancar también. Entonces es así, cuando cuela apagas el fogón y coges la cafetera con las dos manos envueltas en un paño seco y sirves las tazas directamente, y ahí que cada cual le ponga el azúcar que quiera. Continúa leyendo Tómate el café, coño
Resumiendo
1.
Alrededor de las diez de la mañana, el Palacio de las Convenciones de La Habana hace un receso en sus congresos y simposios y los periodistas, en su mayoría, van a la sala de prensa a reportar en unas veinte líneas la corta sesión de la mañana. Algunos llaman por teléfono, otros se ponen al día con sus mensajes, aprovechan la conexión. El 12 de febrero de 2014, alrededor de las diez y media, se vacía una computadora que es ocupada de inmediato por una muchacha de pelo muy corto que había estado esperando sentada al fondo de la sala. Continúa leyendo Resumiendo
Era domingo
Mientras cocino —hígado a la italiana, frijoles negros para congrí—, he traído la laptop al comedor y he abierto el pocket. Ochenta y tantos textos por leer de los que tengo guardados. De ellos, los últimos cinco se convierten en rayitas que dan vueltas en círculos sobre un fondo gris. Continúa leyendo Era domingo
Notas de viaje
Querido M.,
Ayer me senté casi tres horas frente al mar. Era un mar agreste, de olas groseras que se alzaban frente a mí y que, sin embargo, cuando me acercaba a ellas, no se atrevían a mojar mis pies. En esta parte del norte de Brasil, al mar le creció un buen día un banco de arena de kilómetro y medio de ancho, que divide las aguas y parece un desierto de conchas y sal. Continúa leyendo Notas de viaje
Destender la cama hasta la mitad
Cuando le habías cogido el golpe a destender la cama solo hasta la mitad y ahorrarte qué sé yo, veinte segundos en la mañana, llegó para arrancar la sobrecama de un tirón y dejarla caer hecha un bulto estrujado y rojo en una esquina del cuarto, acelerando tu OCD y otras cosas. Continúa leyendo Destender la cama hasta la mitad
Loop
La cosa viene siendo más o menos como sigue: conoces a un tipo que te gusta medianamente. Que te gusta lo justo, digamos, como para disfrutar el rato que lleva bajar cuatro cervezas para perder gradualmente la pereza de las primeras conversaciones, y decidir si vale la pena un último café en tu casa, sobre las dos de la mañana. Continúa leyendo Loop
Yo sé de un lugar
Hace unos días le dije a mi amiga Lorena que había desistido de vivir en Santos Suárez. Que, aquella convicción de que Santos Suárez era el barrio donde yo estaba destinada a vivir –y que convenientemente quedaba cerca de ella y de otra de mis amigas más antiguas–, era una idea que ya no me parecía tan buena. Continúa leyendo Yo sé de un lugar
Day after
Despiertas por tercera vez y aún no amanece. No lo hará por otras dos horas, no importa cuánto mires el teléfono. Hueles a sexo. Tus manos, tu aliento, tu entrepierna. Y huele mal, como el buen sexo, y no te quejas. Incluso cuando probablemente te acomodes la ropa encima y te vayas sin esperar el café, no vas a quejarte. Continúa leyendo Day after
Sin título (4)
Hundo la cara en la almohada (la almohada, como la toalla, como los bordes de la sábana y las camisas, se ha tornado rosada) y me pregunto. Vierto la cafetera íntegra en una sola taza y endulzo —de más— el primer café del día. Enciendo un cigarro y cruzo las piernas, sostengo la taza entre los dedos algunos minutos, así la cerámica no me quema los labios, y soplo. Una, dos, tres, cuatro veces, y luego sorbo. Continúa leyendo Sin título (4)